Qué felicidad

Qué felicidad da la paz de un amor, que mediante el cariño profundo y la admiración puede formar grandes y nobles ideas;  ideas de vuelos infinitos en tu sangre, o sueños hermosos de colores y de caricias. Ideas de devoción y felicidad compartida, ideas de construcción de sonrisas y calma espiritual.
Porque tus manos firmes y ansiosas cubren mi necesidad de ti y de sus juegos con movimientos y direcciones imperativas que me llevan a ser absorbido por tu boca.
Porque tu boca absorbe mi vida y la restaura, siempre, constante y ostentosa con una lengua maravillosa que juega y baila, acaricia y dialoga, ríe y se refugia en la mía.
Porque tus ojos grandes y honestos me hablan de dirección y me imploran. Me hablan de verdad y de esperanzas. Me hablan de historia y de historias de tormentas, de sueños de esperanza y de anhelos cumplidos.
Porque tu coraza blanca me da lo que mi sueño necesita: a ti. Tu cuerpo es mi refugio adorable que con turgencia me aprehende, que tiene el sabor de los dioses y de las nubes. Tu cuerpo me enerva y me sublima, me vuelve súbdito y me vuelve Dios.
Qué felicidad da la paz de pensar en ti, mujer, mujer sencilla e indescifrable, correcta y compleja; mujer de mis sueños en conciencia y mujer de mis realidades más deseadas.
Qué felicidad da saber que vivo en el mismo escenario absurdo que tú.

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